jueves, octubre 09, 2014

CONCIENCIA INDIVIDUAL Y COLECTIVA




Las dos fotos de arriba tienen idéntica temática, algo tan relajante y terapéutico como es abrazar árboles, sin embargo, a buen seguro, a la mayoría de nosotros, la segunda foto nos inspira una cierta sensación de inquietud ¿A qué es debido?

Bueno, resulta evidente que la segunda foto es más oscura, las caras se esconden detrás de unos troncos rectilíneos, cual enigmático ejército que acechara en la penumbra del bosque, adoptando todos idéntica postura, lo cual nos hace sospechar que no responde a su libre albedrío, sino a algún tipo de consigna de alguna extraña secta.

Es un hecho que la mayoría de los seres humanos vivimos en sociedad, pero… ¿Realmente somos animales sociales por naturaleza, o bien hemos encontrado importantes ventajas evolutivas a vivir en el seno de entornos sociales?

Lo cierto es que todos nos comportamos de manera distinta en solitario que cuando estamos con más gente. Suele decirse que nuestro verdadero yo se muestra con mayor claridad y sinceridad cuando actuamos individualmente que cuando formamos parte de un grupo. Disimulados o contagiados por la masa, hacemos cosas que nunca se nos ocurriría hacer en solitario. Y viceversa, ocultos en la intimidad de nuestros hogares, hacemos cosas que jamás haríamos en público.

Es evidente que la aceptación del grupo refuerza nuestras decisiones y actuaciones. La democracia se rige por la obtención de una mayoría de votos. Lo ideal es que las decisiones importantes se adopten por consenso de todas las partes implicadas. Sin embargo, muchas veces desconfiamos de los grupos y nos cuesta mucho dar nuestro brazo a torcer, cuando la opinión de la mayoría difiere de la nuestra.

En el grupo buscamos protección y seguridad frente a un entorno cambiante y hostil. Pero la vida en sociedad también tiene sus inconvenientes, obviamente, nuestra libertad se ve limitada, y el grupo a veces puede coaccionar en exceso al individuo.

Por ello, es deseable alcanzar un cierto equilibrio entre nuestras propias necesidades, aspiraciones, satisfacciones, libertades y limitaciones personales y las de los demás, de manera que todos podamos convivir de la forma más pacífica, enriquecedora y positiva que sea posible, para el correcto desarrollo personal y de la sociedad, de una manera óptima y justa, teniendo en cuenta la sostenibilidad ambiental o ecológica del mundo en el que vivimos junto a otros seres vivos.

La aceptación generalizada de los sistemas democráticos como la mejor forma que hemos encontrado para tratar de alcanzar ese difícil equilibrio es un hecho en casi todas las sociedades actuales, sin embargo, en mi opinión, haría falta avanzar teniendo en cuenta los siguientes aspectos:

En cualquier colectivo u organización, la mayoría de los problemas son consecuencia de que se da por supuesto que la manera normal y adecuada de funcionar es mediante la competitividad entre los distintos departamentos, grupos o facciones, lo cual suele derivar en encarnizadas luchas de poder, unas luchas en las que a menudo el fin justifica los medios, de manera que incluso se considera lógico, lícito y natural mentir o tratar de engañar al adversario.

Dentro de cada grupo, a su vez, se establecen estructuras de poder basadas en intereses comunes, amiguismos, favoritismos y clientelismos, siendo estos comportamientos más propios de las mafias que de organizaciones legales democráticas.

En este enrarecido clima social, tiende a utilizarse un lenguaje enrevesado y difuso, lleno de tecnicismos, siglas, eufemismos, metáforas y dobles sentidos, o bien, directamente, se dice una cosa de cara a la galería y luego se hace la contraria, de puertas para dentro, de manera que las palabras han terminado perdiendo gran parte de su significado y poder de convicción, se desconfía del discurso, se da por perdida la objetividad, todo es subjetivo, importa más quién lo dice que lo que dice, importan más los apoyos e influencias que los argumentos que esgrime cada persona.

En la actividad política, se ha idealizado la figura de “Maquiavelo” como el modelo a seguir en ese complejo “arte” dialéctico, de manera que, para mucha gente, esta necesaria y noble tarea se ha convertido en algo sucio, propio de gente rastrera, interesada y sin escrúpulos.

Por eso hay que decir claramente y de una vez por todas que ese modelo, basado en luchas y mentiras, es totalmente falso y resulta tremendamente negativo para las personas, tanto a nivel de individuo como a nivel colectivo.

Las organizaciones (empresas, asociaciones, partidos) deberían basarse en la cooperación entre las personas, fomentando el trabajo en equipos multidisciplinares. Hay que dar participación a todos los implicados para, entre todos, establecer unos objetivos y unos procedimientos o formas de funcionamiento, aplicando el sentido común mediante el debate constructivo, en base a unos argumentos lógicos y racionales, fundamentados en unos criterios claros y objetivamente justos, de manera que no quepa lugar para la mentira y el engaño. Lo suyo, es que estuviese mal visto y penalizado cualquier “teje maneje” o artimaña al objeto de favorecer injustificada, arbitraria o subrepticiamente a una parte o grupo determinado, en detrimento de otros.

En resumidas cuentas:

- SENTIDO COMÚN EN POS DEL BIEN COMÚN.

- COOPERACIÓN Y ESTRATEGIA DE “GANAR-GANAR”.

- DEMOCRACIA PENSADA POR Y PARA EL INDIVIDUO RACIONAL Y LIBRE (NO A LAS LUCHAS DE GRUPOS DE PODER, CORRUPCIONES Y MAFIAS).

Resuena en el sombrero: “World of the lonely people”.- Chocolate Factory (Berlin, 1987).

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