lunes, diciembre 30, 2013

PISANDO LOS ESCENARIOS DEL CIELO Y DEL INFIERNO








Logroño no es una ciudad demasiado rockera que digamos, sin embargo este fin de año, durante dos días consecutivos (26 y 27 de diciembre de 2013), se ha producido una extraordinaria coincidencia de eventos y talentos contrapuestos:

Por un lado, desde el Oeste, provenientes de la capital puzelana de Castilla y León, el día 26 nos visitaron los jóvenes melenudos de Arizona Baby, con sus largas barbas, sus guitarras acústicas y sus aires americanos, con un mesiánico Javier Vielba a la cabeza, cantando en inglés, proclamando la verdad y nada más que la verdad, para redimirnos de nuestros pecados, en estos tiempos aciagos, con canciones tan frívolas como la curiosa versión acústica que hicieron de “ The Model” (de Kraftwerk), si bien dieron buena muestra de sus raíces hippies cuando, durante una forzada pausa a causa de la rotura de una cuerda, Javier entonó el “California dreamin” (Mamas & the Papas)… “in such a winter day”.

La noche siguiente, desde Oriente (ya que venía de tocar en Zaragoza, supongo que, a la altura de Alfaro, sería todo un trago para Ana volver a pasar por el fatídico punto kilométrico en el que dejó la vida Eduardo Benavente hace 30 años), llegó su majestad Ana Curra (Alaska y los Pegamoides, Parálisis Permanente y Seres Vacíos) acompañada de otras no menos legendarias figuras del afterpunk madrileño, como son: Manolo UVI (al bajo), José Battaglio (ex-La Frontera y Seres Vacíos, a la guitarra rítmica) y César Scappa (ex-Escaparate y pareja actual de Ana, a la guitarra solista); quienes nos deleitaron con su fabuloso espectáculo de “El Acto”, en el que no sólo recrean canciones de Parálisis, sino que introducen alguna que otra sorpresa como “Misa Negra” de Desechables y “Adiós Reina Mía” de Eskorbuto. A mitad de concierto, también contaron con la colaboración estelar de Rafa Balmaseda (bajista original de Parálisis), que vino de la cercana Donosti para subirse al escenario a tocar con ellos y sumarse a tamaña conjunción de astros (4ª foto).

Es muy probable que mi hermano y yo fuésemos las únicas personas que asistimos a ambos conciertos, lo cual no es de extrañar, teniendo en cuenta las evidentes diferencias generacionales y de estilo entre Arizona Baby y Ana Curra, así como la coincidencia de que fuesen dos días seguidos, ya que, en estos tiempos, la mayoría de los bolsillos no están para tantas alegrías.

Javier Vielba alzaba con frecuencia los brazos al cielo, cual rústico Jesucristo Superestar, con aires campestres y neohippies de la fría meseta castellana.

Mientras que Ana Curra apareció en el escenario envuelta entre la niebla, luciendo una máscara como la de Hannibal Lecter en “El Silencio de los Corderos”, mientras sonaba de fondo el Réquiem de Mozart y truenos de tormenta, encarnando a la perfecta sierva de Lucifer, ataviada con una blusa negra de malla gruesa, medias artísticamente rasgadas y botas de cuero negro. Se agachaba con frecuencia para colocar el pedal del teclado, llegando a gatear por debajo de éste y a tumbarse en el suelo. Hablando de lo mal que está la situación, también comentó que “nosotros siempre sobreviviremos porque somos como las cucarachas”. Sin embargo, a pesar de todo, su actitud no pudo ser menos rastrera, danzando magistral y extraordinariamente sobre el escenario con la ligereza, gracia, soltura y energía de una cría de 18 años, obviando la pila de tiempo que lleva pisando las tablas con gran maestría (y eso se nota).

Ana fue una de mis musas fundamentales durante los años de la movida, quizás esa coincidencia generacional sea la causa de que me sienta más apegado emocionalmente a Ana Curra y sus huestes que a los Arizona Baby, a pesar de que, actualmente, mis gustos musicales estén más próximos a los de éstos últimos.

Otras mágicas y curiosas coincidencias fueron que ese día 27 cumple años César Scappa, pisando firme el escenario (segunda foto), con sus botas y su serena actitud rockera, como contrapeso a la desbordante energía de Ana, colocado a su derecha, pude ver como le temblaba la mano después de tocar con gran potencia y coraje el “Sangre”. También fue César el encargado de cantar (para descanso de Ana) un tema que Parálisis Permanente heredó de los Escaparates que reza: “Esto no es nada divertido,… una vez y otra vez más siempre vuelves con lo mismo… ¿Y qué es ese polvo blanco que echas en mi comida? Sé que no soy la primera que liquidas con estricnina!”.

La otra coincidencia (nada feliz en este caso) fue que hacía dos días de la muerte de Germán Coppini (Siniestro Total, Golpes Bajos) a quien Manolo UVI le dedicó la canción titulada “Jugando a las cartas en el cementerio”.

Por su parte, Ana, por encargo de una amiga, le dedicó el “Quiero ser Santa” al Ministro Gallardón, con su reforma de la Ley del aborto, para que se entere de una vez por todas de que “ahí dentro no entra ni Dios”.

Lo cierto es que Ana realizó un impresionante despliegue de fuerza y energía, yo diría que incluso mucho más que en los 80, cuando era Eduardo quien cantaba de forma no menos intensa, pero con una cierta contención y frialdad, fruto de una dura pugna interior entre arrogancia rockera y timidez adolescente. Mientras que Ana nos deslumbraba con su hierática belleza de diosa egipcia del afterpunk, atrincherada tras su teclado, nos acribillaba con las ráfagas de su demoledora mirada, cada vez que levantaba la vista por encima de las teclas.

Lo que más me sorprende de Ana es su increíble capacidad para pasar de ser una furibunda sacerdotisa del diablo y transformarse en una dulce y pizpireta colegiala dando alegres saltitos, en cuestión de segundos.

Al final, hicieron un magnífico bis que comenzó con una muestra del gran dominio del piano que tiene Ana (profesora en el Conservatorio), interpretando una pieza de Chopin que enlazó con “Adictos a la lujuria”, “Autosuficiencia” y “Un día en Texas” a modo de apoteosis final.

Me emocionó especialmente su versión del “Héroes” de David Bowie, así como el beso y el abrazo que nos dimos para la histórica fotografía que nos tomó mi hermano, tras el concierto ¡Muchas gracias!

Al hacernos la foto le comenté mi sorpresa por la forma en la que se mueve sobre el escenario, con la energía de una cría de 18 años, a lo que Ana me respondió: “Debe ser por algún pacto con el Diablo, porque no quiero nada con Dios”.

Resulta curiosa esta influencia de la religión en el rock (no en vano nuestra cultura occidental tiene unas claras, profundas e inevitables raíces cristianas), por un lado los Arizona Baby, con su mesiánica verdad y nada más que la verdad. La entrada del concierto estaba ilustrada con una mano sobre una Biblia. Y en el lado opuesto la imagen satánica de Ana Curra y sus esbirros celebrando una auténtica “Misa Negra Punk”, en su ritual del “El Acto”, que llevan casi dos años mostrando por los escenarios de España y México.

Pero yo me pregunto ¿Existe algún nexo de unión entre ambos extremos? –Además del hecho de que mi hermano y un servidor acudiésemos a ambos conciertos, y de la mención de dos Estados del Sur de EEUU (Arizona y Texas), los Arizona Baby son socios de los Coronas, junto a quienes conforman los “Corizonas”, en los que toca Fernando Pardo, miembro fundador de los “Sex Museum” quienes en directo a veces hacen una versión del “Unidos” de Parálisis Permanente, con lo que el círculo se cierra, el afterpunk de la movida se une al neofolk psicodélico actual, pasando por el garaje del revival sesentero de la postmovida. A fin de cuentas, y más en los difíciles tiempos que corren, la gran familia del rock debe permanecer unida.

Resuena en el sombrero: “Unidos”.- Parálisis Permanente (Madrid, 1982).

Fotos by Mad Hatter.

miércoles, diciembre 18, 2013

LA MEJOR BEBIDA DEL MUNDO



Seamos sinceros, la cerveza, el vino, el whisky y otras bebidas precisan de un período de aprendizaje o acostumbramiento para que realmente nos lleguen a gustar, su sabor tirando a amargo no entra a la primera.

Los famosos taninos del vino son sustancias sintetizadas y almacenadas por las plantas (en este caso procedentes de la madera de roble con la que se fabrican las barricas), al objeto de defenderse de herbívoros e insectos dañinos, de ahí su sabor amargo y ciertamente desagradable en estado puro, si bien hemos adaptado nuestro paladar al "bouquet" de este tipo de vinos.

No soy aficionado a las bebidas dulces, nunca me gustaron mucho esas cervezas de frambuesa (“Mort Subite”) que dejan en la boca un sabor dulzón y artificial, como a jarabe. Sin embargo, el otro día se me ocurrió probar una cerveza belga llamada “FARO” que realmente me sorprendió, tiene un suave y agradable sabor acídulo que recuerda algo al de la manzana reineta, pero con un ligero retrogusto amargo e incluso salado, la combinación resulta sencillamente perfecta. Su color es ámbar rojizo, algo tostado, y sus abundantes y pequeñas burbujas le dan una chispa de agradable picorcillo, además del cuerpo y la fuerza que le proporciona su 4,5% de alcohol (una cerveza “sin” es como un jardín sin flores).

Entra tan bien que da la impresión de ser inmediatamente absorbida por el organismo, antes incluso de llegar al estómago, de ahí que no te llene ni te canses de beber. Es prácticamente imposible conformarse con un sólo vaso.

Y no es nada cara, una botella de 25 cc. cuesta un euro.

Por eso, me atrevo a decir que esta deliciosa ambrosía de los dioses es más que una excelente cerveza, es la bebida humana por excelencia (además del agua).

Resuena en el sombrero: Aunque la cerveza “Pabst” de Milwaukee (Wisconsin) es bastante flojucha y no tiene nada que ver con la “Faro”, esta música también es sencilla pero excelente y poderosa, (it´s only rock and roll but I like it) y es lo mejor que he encontrado para ilustrar esta entrada: “Pabst Blue Ribbon”.- The Untamed Youth (Missouri (USA), 1990).

Foto by Mad Hatter.

P.D.: Espero no ser expulsado de La Rioja por ensalzar una cerveza belga (y encima sin comisiones de ningún tipo, os lo prometo), tan sólo es la pura verdad, tenía que decirlo.

lunes, diciembre 16, 2013

LA REINA DEL HIELO




Llegó montada en su carro de hielo arrastrado por dos ponies negros lanudos, sobrina de Odín y hermana del bueno de Noel, al contrario que éste, ella no se levanta temprano para trabajar en la fábrica de juguetes para los niños del mundo, sino que gusta de trasnochar para salir de juerga hasta las tantas.

Por ello, fue expulsada del Polo Norte y desde entonces vaga por todo el mundo llevando consigo el frío helador de las olas polares que azotan buena parte del hemisferio norte, entre noviembre y abril. Sus gélidas agujas de cristal crecen y se clavan como dagas en el cuerpo de las indefensas víctimas que no fueron capaces de encontrar un refugio lo suficientemente cálido.

La Reina de Hielo mantiene una extraña relación de amor-odio con el mar, ya que aunque su hogar está en las aguas congeladas del Océano glaciar ártico, más al sur termina su reino y comienza el de Neptuno, quien, con su largo tridente, le impide llegar más allá de la línea de playa.

Resuena en el sombrero: “Ice Queen.- The Stranglers (London (UK), 1987).

Fotos by Mad Hatter.