lunes, septiembre 30, 2013

LOS EXTREMOS SE TOCAN XXI: HIPSTERS RETROFUTURISTAS



Hace unas semanas, en el programa de Radio 3Hoy Empieza Todo”, se discutía sobre el término “Hipster” y lo que entiende la gente al escuchar esta palabra, y las conclusiones a las que se llegaron podrían resumirse en estos términos:

Como la palabra “moderno” ha pasado a ser muy “main stream”, hace relativamente poco tiempo que los más vanguardistas y ”enteraos” han recuperado el término “Hipster”, calificativo creado en los años 40, para designar a los jóvenes iniciados en la subcultura afroamericana y el jazz. "Hipster" deriva de la palabra "hip". En los años 40, los músicos de jazz usaban la palabra "hip" para describir a cualquiera que conociera sobre la emergente subcultura afroamericana, estilo negro wallison, lo cual incluía conocer de jazz. Los miembros de la subcultura fueron llamados "hepcats", un término que luego se transformó en la palabra "hipster". El primer diccionario en listar la palabra hipster fue el pequeño glosario "For Characters Who Don't Dig Jive Talk" (Jive se refiere a la jerga de los músicos de jazz), publicado en 1944 con el álbum "Boogie Woogie In Blue" del pianista Harry Gibson, quien actuó como "Harry el Hipster". La entrada para hipsters los definía como, "personas que gustan del hot jazz".

Actualmente, la palabra “Hipster” se relaciona más con la música independiente o “indie”. Pero, siguiendo con la teoría que propone esta sección, basada en que todo en esta vida es circular y cíclico, de manera que, tarde o temprano, los extremos acaban por encontrarse o tocarse, resulta que ahora lo más moderno es ser “retro”, es decir, llevar las chaquetas que se ponía tu abuelo, gafas con montura de pasta, beber patxarán en tabernas castizas, cuya solera se aprecia en los cuadros de paisajes costumbristas que cuelgan de sus paredes, mientras se juega la consabida partida de cartas o dominó con los amigos, y escuchar música de grupos que nadie conoce, si es posible, incluso antes de que dichos grupos existan o hayan sacado disco alguno.

De esta forma, en otro programa de Radio 3 (“180 Grados”), el otro día la dulce voz de Virginia Díaz describió la música del grupo MGMT (primera foto) como “retrofuturista psicodélica”, calificativo que ha servido para que otro programa de Radio 3, “Disco Grande” (del incombustible Julio Ruiz) hiciese un concurso la semana pasada, en el que el premio eran dos entradas para asistir al concierto que dicho grupo va a dar el próximo 19 de octubre en Dublín (Irlanda).

Pero, vamos a ver,… ¿Cómo se puede ser “retro” y “futurista” a la vez? Pues sí, es la cuadratura del círculo, que se cierra con la estética de esas películas de serie B, futuristas y de ciencia ficción, de los años 50 y 60, que parecen estar muy de moda entre los jóvenes más vanguardistas, snobs, enteraos, “hipsters” o como los queramos llamar… Me pregunto cómo se llamará la siguiente generación de “selectos jóvenes pseudorebeldes y pseudointelectuales”.

Resuena en el sombrero: “Introspection”.- MGMT (Connecticut (USA), 2013), que es la canción que comentó Virginia y que resulta ser una versión de un grupo de hippies americanos de 1968, llamados “Faine Jade” (Long Island (USA), 1968). O sea que el “retrofuturismo” reivindica aquellos tiempos en los que Kraftwerk eran hippies. Pero resulta que Julio Ruiz dice que MGMT son de lo más “main stream”, dentro de la música “indie”. Si a alguien le ha quedado algo claro, por favor que me lo explique, porque yo debo ser muy antiguo… o retro?.. A lo mejor soy un “Hipster” y no me he enterado???

Anteriores entradas de esta sección: I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI, XVII , XVIII, XIX y XX.

jueves, septiembre 26, 2013

EL CAFÉ DE DAPHNE


















Parecía encontrarme en una húmeda y perdida selva centroamericana, pero en realidad me hallaba en medio de un neblinoso hayedo, bajo cuyas espesas copas se filtraban algunas gotas de txirimiri arrastradas por el viento del Norte.
No, no estaba en Centroamérica, sino muy cerca de casa, en la cara opuesta de la montaña que desde Logroño ofrece la estampa de un león dormido (foto 16ª), aunque, paradójicamente, me invadía esa dulce congoja o ilusionante tensión que debieron sentir los exploradores que pusieron el pie por primera vez sobre tierras vírgenes.
Lo cierto es que ya había estado por esa zona, un par de veces antes, pero nunca me había adentrado tanto, hasta encaramarme a los pies del vertiginoso acantilado (foto 14ª) que conforman los estratos verticales que corta la falla de la Sierra de Cantabria (foto 15ª), en el extremo oriental de los Montes Obarenes.
Se trata de un pequeño entrante de Navarra en el territorio de Álava, muy cerca de La Rioja. En estos riscos calcáreos confluyen los climas atlántico y mediterráneo, por lo que es bastante frecuente que el manto de nubes bajas, que se extiende desde el mar Cantábrico, trate de descolgarse como una cascada incipiente hacia el Valle del Ebro, donde, por efecto del cierzo y del sol, las nubes se disuelven nada más asomar por encima del filo del cuchillo que constituyen estos escarpados riscos.
Así, en la cara sur, que disfruta de un clima más mediterráneo y soleado, predominan las Encinas (Quercus ilex ssp. ballota), los Quejigos (Q. faginea), los Cerezos de Santa Lucía (Prunus mahaleb), los Enebros de la miera (Juniperus oxycedrus), las Sabinas moras (J. phoenicea), con un sotobosque de Boj (Buxus sempervirens), Espiraea (Spiraea hypericifolia ssp. obovata) y las matas rastreras de la Gayuba (Arctostaphyllos uva-ursi) y la Bufalaga (Thymelaea ruizii), junto a unos característicos claveles de pétalos rosados y bordes desflecados (Dianthus hyssopifolius).
Mientras que en la cara norte, más fresca y neblinosa tenemos un hayedo (Fagus sylvatica) con Avellanos (Corylus avellana), Tilos (Tilia platyphyllos), Serbales (Sorbus aria, S. domestica y S. torminalis), Alsinas o Encinas cantábricas (Quercus ilex ssp. ilex), Temblones (Populus tremula), con algunos Acebos (Ilex aquifolium) y Tejos (Taxus baccata) salpicados por aquí y por allá. En cuyo sotobosque también predomina el omnipresente Boj, bajo el cual encontré por primera vez una escasa planta que llevaba un tiempo buscando sin éxito por los hayedos riojanos, se trata de la bella Daphne laureola (fotos 3ª y 4ª), pariente próximo del Torvisco (Daphne gnidium) y de la mencionada Bufalaga (familia Thymelaeceae).
Según la mitología griega, Daphne era una dríade (ninfa de los árboles) que fue protagonista de un desgraciado amor con Apolo, huyendo del cual quedó convertida en un árbol de laurel. De modo que la palabra Daphne laureola es un tanto redundante.
Ciertamente, las hojas de la Laureola son de un intenso color verde, brillantes, lustrosas y satinadas, como las del Laurel, si bien carecen de su delicado aroma. Entre ellas, en primavera, asoman discretamente unas pequeñas y alargadas flores amarillentas que más tarde se transforman en unos frutos negros y brillantes, de los que, a principios del otoño, sólo pude encontrar el único ejemplar que veis en la tercera foto. De ahí que me pareciese estar en las selvas de Centroamérica, buscando el misteriosos grano de alguna rara variedad de café.
Otras matas y arbustos que portan vistosos frutos en estas fechas son la enhiesta Lantana (Viburnum lantana, 1ª foto) y el rastrero Cotoneaster integerrimus (2ª foto).
Caminando, caminando, me topé con el pie del escarpado cantil, y allí, sobre una estrecha repisa, como si de un trono se tratase, encontré por fin al rey Tejo (foto 9ª), con su oscuro y perenne follaje, vistiendo sus ramas inmortales.
Al caminar por la penumbra del hayedo, me di cuenta de que hay bastantes plantas del sotobosque que, al objeto de interceptar el mayor número posible de los escasos rayos solares que consiguen llegar hasta el suelo, han adoptado la misma estrategia (convergencia evolutiva) consistente en desarrollar hojas palmeadas que se distribuyen horizontalmente en todas direcciones, como si fuesen los radios de un paraguas o sombrilla, así tenemos a la propia Daphne laureola (foto 4ª), al Heléboro verde (Helleborus viridis, foto 5ª), la Euphorbia amygdaloides (foto 6ª), el Galium odoratum (foto 7ª) y hasta la crasulácea Sedum forsterianum (foto 8ª).
Una de las pocas plantas capaces de florecer en el umbrío sotobosque de los hayedos es la orquídea Epipactis fageticola, de la que ya hablamos en una entrada anterior.
Mientras que en los matorrales más soleados podemos encontrar, además del omnipresente Boj, matas de brezo (Erica vagans), aulaguino (Genista hispanica) y plantas bulbosas que florecen en estas fechas como la Merendera montana y la Scilla autumnalis.
En un pequeño terraplén de grava, iluminado por un escueto claro en el dosel del hayedo, abierto por la estrecha vereda, descubrí un par de diminutas y delicadas flores de la labiada Galeopsis angustifolia (foto 10ª). Muy cerca de donde también asoma una rama del raro Peral silvestre de hojas acorazonadas (Pyrus cordata, foto 11ª).
A pesar de que el mes de septiembre ha sudo bastante seco, los escarpes de estas sierras y las ramas de las hayas son capaces de peinar o rastrillar las nubes arrastradas por el viento, arrancándoles algunas gotas de agua que precipitan en la llamada “lluvia horizontal”, siendo esa ligera humedad suficiente para que los sombreros de algunas tímidas setas asomen entre el musgo del sotobosque, como sucede con el bello ejemplar de Oudemansiella radicata que se encarama sobre un tocón de haya (foto 12ª) o el más sofisticado sombrero de leopardo rematado con un adorno de hoja seca de haya que luce el Coprinus picaceus (foto 13ª).
Cansado y hambriento por la caminata, regresé al coche y, en el camino de vuelta, paré a tomar algo en la cafetería de una gasolinera, donde fui amablemente atendido por una camarera de dulce acento latinoamericano que, sobre el bolsillo de su camisa, mostraba una etiqueta que ponía “Daphne”.
Dudo mucho que se pueda hacer café con las semillas de la Daphne laureola, pero, de ser así, seguro que sería capaz de despertar al pétreo león de su sueño milenario. De lo que no me cabe la menor duda, es que aquel café con aquel bollo que me sirvió Daphne, aquella mañana, me supieron a gloria.
Resuena en el sombrero: “Lay Down Sally”.- The Seldome Scene (Maryland (USA), 1985). Un tema original de Eric Clapton, quien lo compuso en 1977, si bien esta versión, en clave Bluegrass, de la Seldome Scene, es de las que crea afición a este género tan propio del campo.
All fotos by Mad Hatter.
 

viernes, septiembre 06, 2013

SOMOS MUERTOS ACARREANDO PIEDRAS


Siento un profundo respeto por las culturas aborígenes que han sido capaces de vivir en armonía con su entorno durante miles de años. A muchos occidentales nos pesa la conciencia por las atrocidades e injusticias cometidas contra estas culturas ancestrales, por lo que sentimos la necesidad de resarcirles de algún modo. En mi caso, cuando hablé sobre los nativos norteamericanos, desconocía una figura fundamental: poeta, cantante de rock (mundo en el que fue introducido por Jackson Browne, en 1979), actor, activista político defensor de los derechos de las tribus, como es John Trudell (en la foto), de los Santee Sioux, a quien ahora, con esta modesta entrada, quiero rendir tributo, para descargar unos gramos de la pesada carga que oprime nuestra conciencia colectiva.

Durante miles de años, antes de que los españoles llevásemos los caballos al continente americano, la única huella que dejaron los millones de nativos que allí vivían fueron unas discretas veredas hechas a base de leves pisadas con mocasines, sobre una tierra que era considerada una madre sagrada.

Para un piel roja, es impensable clavar estacas en el suelo para delimitar un terreno y mucho menos dinamitar montañas para construir ferrocarriles, túneles y carreteras. A lo sumo, utilizaban el fuego para conservar los mares de hierba de las praderas, en los que se nutría su principal sustento –el bisonte o “tatanka”-. Y pedían perdón y permiso a la madre tierra, antes de arañarla levemente con sus toscas azadas, para cavar unos pocos metros cuadrados, en los que cultivar maíz, frijoles y calabazas.

Los nativos, para sentirse realmente vivos, necesitan estar en plena conexión, en “comunión”, con la tierra, con las montañas, los riscos, las rocas, el aire, los vientos, el agua, los ríos, las cascadas, los lagos, el suelo, la hierba, los árboles, los animales y sus semejantes, es decir con la totalidad de los elementos que integran su paisaje y su entorno vital, pero especialmente con los seres vivos con los que comparte el maravillosos don de la vida. Y lo hace a todos los niveles: físico, emocional, mental y espiritual.

Disfrutan de un libre albedrío basado en el respeto, el amor y la justicia, unos valores que maman de su cultura. No necesitan que nadie les imponga el cumplimiento estricto de unas leyes, sencillamente, ellos ya forman parte del orden natural, están impregnados de él, lo llevan en la sangre, nadie tiene que recordárselo.

En este sentido de tener que recordar, en algunas tribus africanas, cuando nace un niño, su madre lo lleva al bosque donde, inspirada por los espíritus, le compone una canción, de modo que cada persona tiene su canción, la cual le acompañará en los momentos más importantes de su vida. Su tribu, sus familiares y amigos se la cantarán durante los rituales de iniciación, al alcanzar la mayoría de edad, en el momento de su boda, cuando caiga enfermo, para ayudar a que se cure y, finalmente, cuando muera y regrese a la tierra de donde proviene. Incluso, cuando el individuo comete alguna infracción o delito, no hay un castigo ejemplar, sino que la persona es rodeada por el resto de la tribu y le cantan su canción para recordarle su verdadero ser, el auténtico yo que ha olvidado o del que se ha alejado durante un momento de debilidad u obcecación.

Para los nativos norteamericanos, el hombre blanco está perdido porque ha cortado el cordón umbilical que le une a la madre tierra, se ha convertido en una especie de “muerto ambulante” que se dedica a acarrear pesadas piedras, de acá para allá, totalmente desorientado.

Estamos domesticados, somos como bueyes amodorrados a los que nos colocan un yugo y nos ponen a tirar de un carro, en el que nos vamos cargando de un montón de cosas innecesarias, y además nos colocamos unas anteojeras que nos impiden ver el mundo real que nos rodea, de manera que únicamente nos centramos en el camino que tenemos por delante y en el duro trabajo que nos hemos autoimpuesto o, como solemos preferir decir para exculparnos, que conllevan las responsabilidades de la vida o que nos exige la sociedad.

Desgraciadamente, esta apisonadora del mundo moderno se está llevando por delante la rica diversidad de las culturas aborígenes, despojándoles de sus tierras, destruyendo sus lugares sagrados, despreciando sus creencias, marginándoles, excluyéndoles y hasta exterminándoles. Cayeron aniquilados por nuestras enfermedades, nuestros licores, nuestras drogas, nuestros vicios, nuestro materialismo, nuestro egoísmo, nuestra avaricia y nuestras guerras.

Muchos indios, para salir de la miseria y ganarse el respeto de sus compatriotas, se alistaron en el ejército y combatieron en guerras, pero al regresar a su país seguían siendo unos pobres indios, incultos, marginados y borrachos, que, con frecuencia, acababan sus días ahogados en su propio vómito o congelados en una esquina, al quedarse dormidos a la intemperie, por efecto del alcohol y la depresión.

John Trudell, además de poeta, músico, actor y activista político, es un veterano de la guerra de Vietnam, marcado por la tremenda tragedia que supuso la muerte de sus tres hijos, su mujer y su suegra, cuando en 1979 se incendió la cabaña en la que se encontraban, en la reserva india de Duck Valley (Nevada).

Pero tampoco hace falta irse tan lejos, ya que también estamos acabando con las raíces naturales de nuestra propia cultura occidental, al despreciar y anular el mundo rural. Donde no existen escuelas en las que se enseñe a los niños de los pueblos a conocer y aprovechar de forma sostenible los recursos naturales de su entorno, a veces ni siquiera hay escuelas o colegios de ningún tipo. Despreciamos y nos reímos del paleto de la boina, el campo se ha convertido en un mero escenario verde en el que escapar, de vez en cuando, de los agobios de la vida urbana.

No se trata de volver al pasado, llevando una economía de subsistencia, trabajando de sol a sol, sin disfrutar de ninguna comodidad, ni de tiempo libre para el ocio. Se trata de aprovechar los conocimientos, medios y tecnologías actuales para poder vivir digna y cómodamente en el campo, en armonía con el medio natural y, por lo tanto, de manera sostenible.

Resuena en el sombrero: “Carry the stone”.- John Trudell (USA, 2001).

martes, septiembre 03, 2013

LOS EXTREMOS SE TOCAN XX: DE EGIPTO A GALICIA, PASANDO POR CALIFORNIA




Tenía que ser de Akron (Ohio), la misma ciudad en la que nació Chrissie Hynde (Pretenders), de donde también es Liam Sternberg, autor de la canción “Walk Like an Egyptian”, que la compuso en 1985, después de ver los movimientos que realizaban varias personas intentando mantener en el equilibrio, mientras viajaban en un ferry con la mar algo revuelta.
El mito o la creencia popular que, durante la época de los faraones, la gente caminaba como de lado y con las manos en posición horizontal, formando un ángulo recto con los antebrazos (no es fácil de describir, pero seguro que todos sabéis a lo que me refiero), proviene de las figuras, un tanto hieráticas y esquemáticas, que pueden verse en los jeroglíficos egipcios, algo que es totalmente falso, claro.
Curiosamente, los bailes y movimientos inspirados en los egipcios siempre han sido muy populares en el lado más divertido y festivo del rock, los ejemplos más claro de ello quizás los vemos en Jonathan Richman y en los Fleshtones.
Siguiendo con la historia de “Walk Like an Egyptian”. En un principio Sternberg ofreció esta canción a la cantante y coreógrafa Toni Basil, para que la cantara en el disco que estaba grabando, pero fue rechazada por ésta.
Luego la canción llegó a oídos de David Kahne, quien estaba trabajando como productor del disco de The Bangles (1ª foto), “Different Light”. Sólo les faltaba un tema para completarlo y a David le pareció buena idea incluir el “Walk Like an Egyptian”.
Según parece, la canción contribuiría a incrementar las tensiones existentes entre las componentes del famoso grupo femenino, ya que Debbi quería cantarla, pero a Kahne le pareció que su voz no encajaba bien en el tema, por lo que decidió que fuesen el resto de las componentes del grupo (Susanna, Vicki y Michael) quienes cantasen una estrofa cada una.
Las Bangles acabarían separándose en 1989 (¡Como los Rescuers!).
Walk Like an Egyptian” fue el tercer single del LP “Different Light” y alcanzó el número 3 en las listas inglesa y el número uno en las de Estados Unidos (entre diciembre de 1986 y enero de 1987), convirtiéndose en el primer número uno alcanzado por un grupo de mujeres que tocan sus propios instrumentos.
Hablando de instrumentos, curiosamente, este tema, emblemático de la música pop vocal, ha sido versionado por numerosas bandas de rock y surf instrumental como los holandeses “The Treble Spankers”, y ya bajo el nombre de “Surf Like an Egyptian” la han tocado The Rhythm Whores de Providence (Rhode Island) , los alemanes The Razorblades, quienes la incluyeron en su álbum de 2006 – “The Dark Side of the Beach”, y en agosto de 2012 los gallegos Kanaloas (con la colaboración de Jorge Explosión en la producción y a las maracas) la incluyeron en su EP “Letterjacket” (2ª foto).
En fin, no deja de ser curioso comprobar como una canción inspirada por los jeroglíficos egipcios, creada en USA e interpretada por un grupo de bellas californianas, ha surcado dos océanos a bordo de una tabla de surf, para terminar siendo tocada instrumentalmente por un grupo de aguerridos chicarrones galegos.
Este viaje de Occidente a Oriente, se realiza en sentido inverso al que han seguido los principales imperios y civilizaciones de la Humanidad: Desde Mesopotamia y Egipto, primero se pasó a Grecia, luego a Roma, después a Francia-Alemania (Imperio Carolingio), España, Inglaterra y Estados Unidos ¿Quién será el siguiente?... ¿China?
Resuena en el sombrero: “Surf like an egyptian”.- Dr. Twang (No he encontrado nada sobre este músico, se agradecería cualquier información ¡No os perdáis el vídeo!). Y la versión original de las Bangles (L. A. (California), 1986). Este vídeo ya lo puse cuando hablé sobre las esfinges.
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