viernes, diciembre 14, 2012

LA ESPERANZA BLANCA



En estos días oscuros en que las horas de luz son cada vez menos, nuestros antepasados alzaban la mirada con esperanza hacia las ramas desnudas de los árboles caducifolios, buscando la planta mágica que es capaz de permanecer verde todo el año y fructificar en invierno, por lo que era considerado el símbolo de la persistencia de los ciclos de la madre Naturaleza, una prueba viva de que la primavera regresará con días más largos y nueva vida, tras el duro, frío y oscuro invierno. Y también simbolizaba los ciclos de la Luna, debido al luminoso color blanco de sus bayas.

Como la mayoría ya habréis adivinado, me estoy refiriendo al Muérdago (Viscum album), planta parásita de gran variedad de árboles que era considerada sagrada por los celtas.

El cáliz de sus flores está formado por cuatro tépalos que forman una cruz, la cual persiste en el fruto (ver segunda foto), por lo que no resultó muy difícil para los primeros evangelizadores europeos convencer a las tribus paganas para que adoptasen el Muérdago como símbolo del nacimiento de Cristo, es decir de la Navidad, facilitando así su conversión al Cristianismo.

Religión ésta que se encuentra en horas bajas, debido a los errores cometidos por parte del clero y especialmente por la, a mi juicio, profundamente equivocada estrategia llevada a cabo por la Jerarquía Eclesiástica.

Este “vació espiritual” está propiciando que otras creencias más exóticas y “naturales”, pero menos arraigadas en nuestra cultura, estén ganando fuerza, tal es el caso de la filosofía “Ubuntu”, propia de la tribu sudafricana de los Xhosa, a la que pertenece Nelson Mandela, cuyos valores se basan en asumir que todos formamos parte de un todo, que el alimentar a toda costa nuestro ego no trae más que desgracias, empezando por nosotros mismos, que para ser realmente feliz hay que darse a los demás, que la plenitud de nuestro ser sólo se alcanza amando a los demás, colaborando con el prójimo y con la Naturaleza en una estrategia de “ganar-ganar”, y todo eso es precisa y básicamente lo que nos ha enseñado la palabra de Jesucristo durante siglos, sin que hayamos sido capaces de verlo o de asumirlo plenamente, debido a errores históricos y fallos humanos, al margen de la verdadera esencia de la religión.

Ciertamente, todo lo exótico, lo que viene de fuera, es más atrayente y tiende a ser más valorado que lo propio o lo que nos es más cercano, suele cumplirse el refrán que dice que “nadie es profeta en su tierra”, lo cual siempre me ha parecido profundamente injusto, además de suponer un absurdo desprecio a los valiosos recursos humanos que hay en nuestro entorno más próximo. Pero así de estúpidos somos los seres humanos, a los que “siempre nos parece más verde la hierba que crece al otro lado de la valla”. Fue Einstein quien dijo que “sólo hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana”.

Las artes tampoco se libran de esta manía, por lo que suelen valorarse más los artistas extrangeros, si bien, gracias a la televisión, hoy en día hay cantantes españoles que gozan de una enorme fama. Desgraciadamente, no sucede lo mismo con la música instrumental, la eterna incomprendida.

Es cierto que la voz humana es el sonido que más nos conmueve, y que las letras de las canciones pueden transmitir profundos mensajes, pero la música más genuina y realmente universal es la instrumental.

Actualmente, la música instrumental más viva quizás sea el Jazz (junto con el Surf) y en nuestro país tenemos la suerte de contar con grandes artistas como el pianista Moisés P. Sánchez que, junto con los dos músicos que le acompañan en su trío, acaban de publicar el magnífico álbum “Ritual”, una auténtica maravilla fruto de su constante búsqueda de la belleza, huyendo de etiquetas, encasillamientos y prejuicios.

En una fabulosa entrevista que José Miguel López (“Discópolis”, Radio 3) le hizo a Moisés hace pocos días, éste dijo algo que me encantó: “La belleza puede estar escondida en cualquier recoveco de la multitud de estilos musicales existentes en la actualidad, por eso entiendo que el deber de todo artista es estar al tanto de todo lo que sucede, escuchar toda la música que sea posible, aunque eso no quiere decir que a uno le tenga que gustar todo”.

Después de escuchar aquella entrevista me compré su disco “Ritual” (soy de los que les gusta tocar los discos, ver la portada, las fotos, el arte, leer los créditos, en fin todo el “ritual” que supone adquirir y abrir una obra de arte como es un disco) y he llegado a una conclusión: Moisés P. Sánchez es mucho más que un excelente pianista de Jazz, es un gran MÚSICO, es nuestra última esperanza blanca.

Por favor, que nadie haga una interpretación racista de este término, sólo es una metáfora literaria para enlazar con el Muérdago y el tema de esta entrada. Si es que existe tal cosa, puesto que más de uno estará pensando “¿Qué batiburrillo es este en el que se mezclan la botánica, la religión y la música?”

A los que leen este blog seguro que no les sorprenderá tanto, pero, para los que no me conozcan, debo decir que no me gustan nada las “especialidades”, resulta que tenemos un montón de especialistas en ecología pero vivimos en un mundo insostenible, tenemos mogollón de especialistas en medicina pero nuestro mundo está enfermo, y hay miles de especialistas en economía en este mundo en quiebra,... entonces... ¿Para qué nos sirve tanto especialista?

La especialización es el descuartizamiento del saber, como dijo Fernando Vallespín en su última obra “La mentira os hará libres”, lo que nos hace falta son más “generalistas”, más gente que tenga una visión general de los problemas, a los que los árboles no les impidan ver el bosque, es decir, en dos palabras (pero qué dos palabras!!!): Necesitamos mas PERSONAS SABIAS. Dos conceptos muy fáciles de entender pero muy difíciles de encontrar.

¡Viva la Virgen de la Esperanza (Santa Patrona de Logroño) y viva San Francisco de Asís (Santo Patrón de los Ingenieros de Montes, Forestales, Biólogos, Veterinarios y Ecologistas)!

Resuena en el sombrero: “Luna”.- Moisés P. Sanchez Trío (Madrid, 2012).

Fotos by Mad Hatter: Almendro riojano con abundante Muérdago (Viscum album) y detalle del fruto con las cicatrices de los tépalos en forma de cruz.

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