domingo, diciembre 10, 2006

Volver a ser niño



Especialmente en estas fechas prenavideñas, el niño que todos llevamos dentro se asoma con mayor descaro al exterior, resultando más fácil y entrañable para aquellos que tenemos críos.
Junto a mi mujer y mi hija he descubierto las series de cuentos de "Winnie the Pooh", creadas por el inglés A. A. Milne en 1926, inicialmente ilustradas con gran acierto por el brillante Ernest H. Shepard, y secuestradas en tiempos más recientes por la factoría Disney (cómo no).
Los personajes que viven en el "Bosque de los Cien Acres" son de lo más entrañable y caracterizan a la perfección muchas de las personalidades que encontramos en la vida real, tanto de niños como de adultos. Capitaneados por ese encantador "oso de buenos modales pero con una elocuente y asombrosa falta de cerebro", que es Pooh, regordete, bonachón y al que le encanta comer miel, a pesar de ser un muñeco de trapo; junto a su inseparable Piglet, el pequeño cerdito, frágil, tímido y miedoso; Christopher Robin, el niño dueño de todos los muñecos; Rabitt, el conejo agricultor, que se cree más listo que nadie, mandón y cascarrabias; Tigger, el tigre saltimbanqui, alocado, hiperactivo y parlanchín; y Owl el sabio buho. Aunque mi favorito, sin duda, es Eeyore, un burro muy tranquilo, humilde y parco en palabras, que se sujeta el rabo al cuerpo con una chincheta. Y que posa en la foto, en la base de uno de mis bonsais, junto a otra muñeca de "Lego", esa obra maestra de la ingenieria juguetera.
Ahora que lo pienso, creo que si me aficioné a los bonsais, fue también porque con ellos puedo crear mi propio mundo de fantasía en miniatura.
Aunque, como los burros, arrastrados por ese mundo de fantasía y por esa común obsesión de pensar que la hierba siempre es más verde en el césped ajeno, a veces no apreciamos lo que tenemos más cerca y nos aventuramos a intentar probar esas tentadoras y jugosas flores de cardo silvestre que hay al otro lado de la valla, y claro, invariablemente, nos acabamos pinchando, sufrimos y hacemos sufrir a los demás por nuestras cabezonerías.
¡No seamos burros, pero no dejemos nunca de ser niños!
Resuena en el sombrero: "Have you seen Jackie?" de los Dukes of the Stratosphere (London, 1985).

1 comentario:

nancicomansi dijo...

Si...no seamos tan "burros" de querer ser adultos a tiempo completo...¡Que aburrimiento! por dios..